Conocida como Tadmor en árabe (ciudad de los árboles de dátil), es considerada la novia del desierto sirio. Fue durante largo tiempo, parada obligatoria en la ruta de la seda. Entre sus ruinas se puede adivinar todavía el esplendor de esta antigua ciudad nabatea, que alcanzó su máximo apogeo bajo el reinado de Zenobia, entre los años 266 - 272. Zenobia consiguió con su valentía y dotes bélicas extender los dominios de Palmira y hacer frente a la todopoderosa Roma.
Al atardecer, la vista desde el castillo árabe Qalaat Ibn Maan nos muestra una maravillosa visión del oasis, desierto y ruinas de la espectacular Palmira, teñida del color del azafrán por los rayos del sol.
Cuando cae la noche y se puede respirar el aire fresco del desierto, no hay nada mejor que pasear por sus ruinas e imaginar cómo pudo ser esa majestuosa ciudad. Perderse por el ágora, el teatro, el templo de Bel y pisar las mismas piedras que pisaron sus habitantes hace que te transportes fácilmente a la época de esplendor de ésta ciudad, que es sin duda la reina del desierto.
Recuerdos de mi viaje a Siria en 2008.
Macarena
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